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BATALLA DE ZEPITA: BAJO LAS ARMAS DEL REY Y LAS VOCES DIVIDIDAS
Escribe: Néstor Pilco Contreras.
Escenario geográfico de la Batalla de Zepita
Zepita está situada en la región de Puno al sur de la Provincia de Chucuito, en la margen occidental del lago Wiñaymarca a 137 km. de la ciudad de Puno. La batalla se desarrolló en el hoy centro poblado de Zepita ubicada a 5 km. al norte del distrito de Zepita, este centro poblado a su vez se encuentra dividida en sectores llamados: Acomayo, Central, Iscuchaca, Arboleda, Parco, Pampa Chua Chua y Caccallinca.
Bonilla, señala que el escenario principal de la batalla fue “la pampa de Chua Chua sito a 8 kilómetros al norte de Zepita y las alturas adyacentes a esa pampa y al camino de Zepita a Pomata. La pampa de Chua-chua es una de las muchas llanuras del altiplano, enmarcada y cortada por cadenas desprendidas de la gran cordillera, las cuales determinan la hoya del Titicaca” (1923, p. 63).
Desarrollo de la Batalla
La lentitud y el egoísmo en el bando patriota impidieron un holgado triunfo en los campos de Zepita. Al respecto Rodríguez (2017), señala: “se iniciaba la campaña y Santa Cruz se movía con suma lentitud, pues habiendo salido del Callao el 16 de mayo, recién el 20 de junio desembarcaba en Pacocha (Moquegua) y el 28 de julio alcanzaba el Desaguadero; mientras que Valdés, partiendo de Lima [el 5 de julio de 1823], se incorporaba en Sicuani con el virrey después de treinta días de marcha. Sucre se encontraba inquieto frente a la lentitud de las divisiones que comandaba Santa Cruz y de la dirección que les dio a sus movimientos, al separarlos en dos grandes unidades para penetrar al interior del país sin encontrar en su marcha resistencia alguna”. (p. 52)
El ejército realista dirigida por el General Gerónimo Valdés, partió rumbo de Sicuani el 2 de agosto, compuesto por un batallón, un escuadrón y dos piezas de artillería que le encomendó el Virrey La Serna, en Pomata recibió el refuerzo traído de Arequipa por Carratalá, este consistía en 1000 hombres formados en un batallón y dos escuadrones. Valdés dispuso entonces de un total de 1900 soldados y 2 piezas de artillería, con los que continuo sobre el Desaguadero.
El virrey La Serna, salió desde Cusco rumbo a Puno con 4000 soldados y 1000 caballos, durante el trayecto daba órdenes a los pueblos que se ubicaban en el antiguo camino de Qhapaq ñan del orcosuyo, para que provean alimentos y leva de indígenas. Asimismo, el 6 de agosto de 1823, informa al intendente de Puno sobre la marcha del ejercito realista al puno de Zepita:
“Del 16 al 17 del actual llegará a esta ciudad la primera división nacional al mando del señor mariscal de campo D. Gerónimo Valdez, doy a V.S. este aviso para su inteligencia y a fin de que desde el recibo de esta orden de Ud. al señor general Valdez iguales partes que a este superior gobierno de quantas (sic) noticias adquiera de los enemigos, sus movimientos y fuerzas y de todas las novedades que merezcan la importancia”. (ARP 48, 1823).
Se conoce que el 20 de agosto de 1823, la compañía de Valdés y de Carratalá se unieron en el pueblo de Juli y desde allí emprendieron la marcha sobre el ejército patriota acampada en el punto de Desaguadero. Cabe indicar, que, en esa fecha, el grueso del ejercito del virrey La Serna se encontraba en el pueblo de Ayaviri.
En tanto, el ejército patriota, “en la mañana del 25 de agosto, Santa Cruz que disponía de toda su división reunida, a la que había hecho pasar la víspera el puente del Inca, emprendió el avance sobre Zepita para buscar al enemigo precedido por una vanguardia a órdenes del coronel Brandzen, compuesta por el Batallón de “Cazadores” y el 2° escuadrón de “Húsares”. El puente, para asegurar la retirada, quedó custodiado por dos piezas de artillería y una compañía de cada batallón” (Dellepiane, 1931, p. 177).
Respecto a la composición de las tropas combatientes, Bonilla señala: “los realistas, batallón Victoria y de Partidarios, destacamento del primer regimiento de infantería, diversos cuerpos de caballería, 4 piezas de artillería. Haciendo un total de 1800 combatientes. Los patriotas, batallón legión peruana, cazadores, N° 2, N°4, regimiento húzares de la legión peruana y 2 piezas de artillería. Haciendo un total de 1300 soldados de los cuales 400 de caballería, habiendo quedado asegurado el puente por 300 hombres con dos piezas” (1923, pp. 68 – 69).
La batalla se desarrolló el 25 de agosto de 1823, “el general Valdez hizo emplazar su artillería en la parte media de la pendiente de la montaña, hoy podemos decir en la cresta militar; la infantería aprovechando las escarpaduras, fue desplegada en forma de utilizar sus fuegos sobre los posibles accesos a la altura, quedando cubierto de los disparos contrarios y la caballería pasó a situarse atrás de la loma, en condiciones de poder actuar sobre la llanura, en el momento preciso” (Bonilla, 1923, p. 72).
Mientras las tropas patriotas, según Bonilla “quedó desplegada en el vasto campo de Chua Chua”, distribuida a la derecha la legión peruana, al centro el batallón N° 4 y a la izquierda el batallón “cazadores”. Las piezas de artillería dividían por mitad la línea de la infantería. Mientras el batallón N° 2 “vencedor”, quedó como reserva.
Al medio día, una vez que los realistas estuvieron en posesión de las alturas se inició un violento tiroteo entre ambas líneas formadas paralelamente. Santa Cruz en su informe señala “La tarde estaba vencida y para obtener un triunfo cierto y más pronto en el tiempo que daba el día, era preciso burlarlo”. Para ello, “marchó el batallón de la Legión a ocupar las alturas de la derecha precedido de una columna de tiradores a las órdenes del sargento mayor don D. José María Apellanes, y apoyado del tercer escuadrón de Húsares; el batallón de Cazadores con su distinguido comandante don Ventura Alegre apoyado del segundo escuadrón dirigido por el muy esforzado y benemérito coronel don F. Brandzen atacaron sobre el camino principal”. (Dellepiane, 1931, pp. 532 – 533).
“En esta disposición se encendió un fuego matador por todas partes: la Legión y Tiradores se adelantaron como debían sobre la gran resistencia: las compañías del No. 4 aparentaron una fuga desordenada, según ordenes que tenían, se replegaron sobre el Vencedor destinado a sostenerlas, lograron así atraer al llano al enemigo que creyendo cierta su ventaja tomó la ofensiva e hizo descender toda su infantería y numerosa caballería” (Dellepiane, 1931, p. 533).
El caudillo Santa Cruz atribuye a esas maniobras que permitió un triunfo, “estas dos cargas brillantes secundadas a la vez por un esfuerzo general decidieron el combate y arrancaron al enemigo la victoria y el prestigio que ha querido sostener de su superioridad”.
Por otro lado, Valdés en su parte militar sostiene “creído los enemigos de sacar ventajas de mi fuerza inferior en número, dispusieron un ataque sobre mi posición, ocupando con su batallón de Cazadores la altura de mi izquierda, y viniendo los demás por mi frente: dispuse por tanto que el señor brigadier Carratalá atacase dicha izquierda con trecientos hombres de Vitoria, y dos mitades de Caballería, y a pesar de la grande escabrosidad del terreno, este jefe logró desalojar al enemigo al anochecer de una fuertes cercas que ocupaba” (CDIP. Tomo. XXII. p. 209)
Valdés, señala que los patriotas se retiraron “dejando en el campo y en nuestro poder doscientos cadáveres incluso dos jefes y varios oficiales, treinta prisioneros y algunas armas” (CDIP. Tomo. XXII. p. 209). Por su parte, Santa Cruz informa que “La noche puso término a la persecución, y el ejército vivaqueó entre el campo: al amanecer del 26 se reconocieron los resultados de esta victoria que han sido más de cien muertos, ciento ochenta y cuatro prisioneros, doscientos cuarenta fusiles, cincuenta y dos caballos ensillados, treinta carabinas, doscientas lanzas, veinte y cuatro sables, sesenta y tres gorras de caballería y cuatro cajas de guerra” (Dellepiane, 1931, p. 533).
Consecuencias de la batalla de Zepita
Fueron los intereses y celos de los líderes patriotas lo que ocasionó que resultara un fracaso la expedición a puertos intermedios, Sobrevilla (2015) dice:
Santa Cruz escribió a Sucre detallando que no había esperado que el virrey estuviera pisándole los talones de tan cerca, y que, incluso con la ayuda de Cochabamba y las fuerzas guerrilleras de los valles bajos, no tenía ninguna esperanza real de triunfo, salvo que recibiera un apoyo inmediato ya fuera de las tropas que habían sido prometidas de Chile o del mismo Sucre. Para octubre toda la aventura en el Alto Perú había llegado a su fin: Santa Cruz y Gamarra se habían visto obligados a huir de vuelta a Moquegua. (pp. 94 – 95).
Posterior a la batalla de Zepita, el General en jefe Alejandro Gonzales Villalobos, el 25 de octubre de 1823, comisionó “al Teniente Coronel don Domingo Espinoza y al capitán don Tadeo Picasarri, para que pasen desde los pueblos de Pomata hasta Desaguadero con objeto de que reúnan las armas, municiones aparejos y demás efectos que los enemigos en su fuga a la costa hayan dejado” (ARP 48, 1823). Asimismo, ordena que los curas de los pueblos, también “se encarguen de la reunión de armas, que les diga que serán abonados por la hacienda pública; cuatro pesos, por cada fusil útil, tres una bayoneta y dos un bayoneta ni llave” (ARP 48, 1823). |
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